¿Qué coño es esto?, me pregunto mientras intento seguir a los zumbaos que me
han tocado en el grupo de prueba dinámica de la Multi.
¿Lágrimas…? Hay que joderse… un tío hecho y derecho que soy… ¡y tengo
humedad en las mejillas!


Al mismo tiempo, las luces del cuadro de mandos parecen un árbol de Navidad,
avisándome de que el control de tracción, AntiWheelie, ABS y no sé cuántas
cosas más, están funcionando como locas; mientras intento sacudir las lágrimas
de mis ojos para poder ver la  carretera por la que estos chiflados
probadores oficiales de Ducati nos han traído (ni cien metros de recta,
parcheada y llena de badenes, vamos, propia de trail), me digo: ¿pero cómo he
llegado yo a esta situación…?


Los tíos (y una guapísima italiana) siguen tirando como locos. Mientras intento
seguirlos, a duras penas, mi cabeza vuelve atrás en el tiempo; no tan atrás como
lo que me hizo lagrimear como un colegial, que luego os contaré, sino al viernes
pasado, cuando al abrir el Chrome y el foro, me encuentro con un terrorífico
aviso que dice: “mensaje privado de la moderación”.
¡Mierda!, me digo, ya la he cagado con algo…


Lo abro y es para avisarme de que quieren enviarme un correo y el que tengo
para el foro se lo “rebota”.


¿Pero, para qué…?
Respondo y me dicen que es una sorpresa.
No me gustan las sorpresas, les contesto, a lo que amablemente me dicen que
no todo lo que viene de moderación es malo y que seguro que me gustará...
(aquí me los imagino en esa oficina oscura, repleta de telarañas y esqueletos
desmontados, caídos en los rincones como escombros de una terrible obra de
reforma y decorada por algún estilista de Mordor, riéndose y diciendo “lo hemos
conseguido, nos tienen más miedo que a un nublao”, mientras sus siniestras
risas resuenan cavernosas).

Después de un ratillo, les mando una dirección de e-mail válida y prácticamente
en un par de minutos ¡din don!, aviso de correo nuevo.
Con la mano del ratón temblando y a punto de hacerme pipí encima, doy al
botón de nuevos correos y ahí lo tengo, el de motos.net.
Tras unos segundos de vacilación, lo abro y lo leo.
Malditos cabrones, me digo, no tienen suficiente con tenernos más sujetos que a
una teta en mano de un recién casado, sino que encima ahora sus cotas de
crueldad superan a los programadores de Tele5…


¿Pues no me dicen qué me han seleccionado para no sé qué de ir a Bolonia a
probar en exclusiva la novísima Multistrada 2015? Y que formaré parte de un
reducido y selecto número de afortunados de todo el mundo (50) a los que se
nos va a ofrecer la oportunidad de probar esta máquina, con absolutamente
todos los gastos pagados y tratándonos a cuerpo de rey.


De verdad, pensaba que lo había visto todo, pero estas ganas de hacer daño no
me entraban en la cabeza...
Además, me decían que también me llamarían para comunicármelo en
“persona”.
¡Qué jodíos!, digo, encima quieren descojonarse en directo cuando me oigan
llorar de rabia y desesperación al escuchar que no, que es una broma, que se
aburrían un poco y después de la tercera botella de orujo se les había ocurrido
esta chanza, y que me jodiera, que no iba a volver a montar en una Duqui en
todo el puto resto de mi vida, y que era un loser de mierda…


Con esos negros pensamientos estaba en la cabeza; bueno, y también
repasando mi extensa lista de insultos e improperios para escupírselos por el
móvil, cuando suena el cacharro… Descuelgo y oigo:
“Holaaa, ¿eres Chiarvo?”.
“Pues sí”, digo yo.
“Verás, te llamamos por lo del correo que habrás recibido”.
No aguante más y les solté:
“Bueno, ¿ya está bien con la bromita, no?”.
Escucho sus risas y me dicen que no, que no es ninguna broma. Entro en shock
y ellos siguen hablándome…

“Verás, Chiarvito, resulta que Ducati España, a través de su jefe de ventas
nacional, se ha puesto en contacto con nosotros por si sabíamos de alguien que
mereciera vivir esta experiencia…” -yo medio catatónico- “y hemos pensado que
el que más lo merece eres tú”.


Yo ya no entendía nada… ¿un mindundi cómo yo qué se merece qué…?
Empiezan a decirme que si es por tal… y por esto otro… y por aquello de… y
que cuando le presentaron mi “candidatura” al tío de Ducati, le invitaron a leer
mis juntadas de letras.
Lo leyó todo y dijo que si yo era… y además tenía un no sé qué…
Y bueno, en ese plan (no pongo lo que me dijeron exactamente porque ya
sabéis que me adornan infinidad de virtudes, pero la que más brilla por encima
de todas, es mi humildad).


Con la neurona que me quedaba en cortocircuito, les voy diciendo que sí a todo
(pero como una cosa tonta, vamos…).
Sólo me quedó esto claro: que el jefe de ventas de Ducati en España, Pablo
Silván, me llamaría en breve para darme la buena nueva de su propia voz.
Y así fue. Pablo me llamó y me confirmó que era yo el elegido, que en unos días
recibiría los billetes de tren (el AVE, menudo invento) de ida y vuelta hasta
Madrid y los billetes de avión, también de ida y vuelta, y que él estaría allí para
recibirme en el aeropuerto de Bolonia.


¡Ja! Era cierto, el Chiarvo se iba a la casa madre de cualquier apasionado del
diseño, la tecnología y la velocidad, y a cuerpo de rey…
Recibí los billetes y por fin me lo creí.
Fin del primer capítulo



Segundo capítulo: El Viaje y Bolonia



El viaje


De la Wiki:


"Viaje es el cambio en la ubicación de las personas que se realiza a través de los
medios de transporte, ya sean mecánicos, animales, o el viaje realizado
propiamente a pie."


Claro, esa es la acepción física del asunto de viajar; pero hay otro, el metafísico:
viajar es un cambio mental.
Qué os voy a contar a vosotros, que como yo tenéis un vehículo que, salvo para
los atascos, no es práctico para nada…


Para mí cualquier viaje empieza con un cambio mental, una reordenación de
prioridades, una búsqueda intelectual de destinos emocionales; en fin,
reduciéndolo a unas pocas palabras: a ver cómo me lo monto para pasarlo bien.
Pasarlo bien es complicado, tienen que coincidir muchos parámetros inconexos
a priori: salud, dinero, tiempo, compañía, destino, intención, necesidades y un
larguísimo etc. pero, como todo en la vida, hay prioridades o necesidades de
primera, segunda, tercera o cuarta importancia.
Una vez establecidas esas prioridades, las coges y las tiras a la basura.
Joder, ¿tan difícil es organizar una mierda viaje de dos días? Pues no. Lo básico
son las ganas, sí, ganas de vivir.


¿Y qué es vivir?
Pues yo creo que es transcurrir por la vida experimentando todo lo posible; ya
conocéis mi condición de ateo, no creo en vidas posteriores (ni anteriores).
Somos el resultado de juntar los elementos expulsados de alguna supernova
hace miles de millones de años y a miles de millones de kilómetros.
¿Tal vez nos venga de ahí ese ansia viajero…?
La vida es para vivirla, ya sé que esto es filosofía de tres pesetas pero,
amiguitos, ya sabéis que tampoco soy muy listo…


En fin, preparo una bolsa de deporte con un pantalón de cuero, el casco, los
guantes y la botas, un par de camisetas y un gayumbo.

La chupa, puesta; una mochililla para los cargadores y la tablet y listo. No
necesito más.
Tampoco necesitaría mucho más si me fuera 15 días, que soy un chico muy
apañao y me sé hacer de todo, como dice el buen blues de Los Enemigos.


En Pucela, el AVE sale muy prontito desde la estación del Norte (sólo hay una,
no sé por qué llamarla por su nombre, pero bueno):




Se pone a llover. Me gusta la lluvia, me pone melancólico ver llover, no sé por
qué…
Imagino a esas personas, yendo hacia algún sitio debajo de un paraguas; tal vez
en busca de su enamorada para resguardarla; o pensando en sus problemas o
alegrías; a unos les parecerá una metáfora de lo oscuras que son sus vidas y a
otros, que luego escamparé…
La lluvia siempre me ha hecho viajar a las mentes de otras personas.
En moto es una mierda, ya lo sabemos, pero dentro de un vagón las cosas se
ven de otra manera…








Imagino que todos habréis viajado en AVE.
Para mí era la primera vez y me encantó. Rapidísimo (Valladolid-Madrid en 65
minutos).
Con la oportunidad de pensar… Bueno, algunos van trabajando o se informan:






Se ven cosas que a los urbanitas nos están vedadas (los rododáktilos, que diría
el pesado de Homero…)





Y así, con rapidez propia del siglo XXI, y tal vez como anticipo de la nave
espacial que voy a probar mañana, llego a Madrid, a Chamartín, donde tengo a
un amigo esperándome para acercarme a la T1 y además en un scutre. ¡Jajaja!,
qué bueno y qué gran tío es el Piwi…
Cuando se enteró de que iba a Madrid, le faltó tiempo para llamarme y decirme
que él me llevaba, que lo del Cercanías era un rollo y que así charlábamos un
rato y algo más…










Esto a continuación es el "algo más”, que sé que tenéis la mente podrida:





Qué grande, Piwi, se te quiere. Aquí estamos ambos:






Y nada, después de ese desayuno de campeones fuimos al aeropuerto.
De verdad, ¿cómo podéis vivir en Madrid los que allí vivís?
Yo flipo, menudo rollo; que sí, que hay de todo, que mola, que si el Prado y el
Reina Sofía…
Tenéis razón. Pero no es para mí…











Me despido del bueno de Piwi.
¿Os he dicho ya qué es un tío estupendo? Pues lo es, que lo sepáis.


Y luego nada, el rollo del check-in y esas cosas, qué os voy a decir…

Siempre me han fascinado los sitios de paso: ¿quién es esa persona…? ¿y
aquélla otra…? ¿a qué se dedicarán? ¿será para bien su viaje o alguna
desgracia? ¿trabajo o placer?
Sí, a muchos se les nota para qué es, la cara lo dice todo.
Pero me gustaría poder entrar en sus mentes, para ver si realmente es verdad lo
que los gestos insinúan…











Mi compañero (y ahora amigo) de viaje, Pablo Sancho Colmenarejo (su
Facebook es https://www.facebook.com/pscolmenarejo?fref=ts y su blog http://
sinoespornoir.com/ son totalmente recomendables y él es muy buen tío para
viajar):






Ya en el aire, todo fue perfecto: un poco de turbulencia a eso de la mitad del
viaje, pero se movía menos
que cuando cojo una mala carretera con la GeSeXisZilla.







Y así, por el aire, llegamos a Bolonia.


Estaba esperándonos Pablo Silván, el Jefe de Ventas de Duqui en España:






Veis que están en un cartel de lambo, pues es que nada más bajar del avión, en
el mismo aeropuerto, te encuentras con esto:






Qué listos son: bajas, te encuentras esta belleza y ya no paras de babear.





Bolonia
¿Qué decir de esta ciudad que no podáis encontrar en la Wiki o en sitios
especializados? No sé... es como Valladolid de grande o un poco más, y
bellísima.
Su casco antiguo es fascinante, todo con soportales, pero no adelantemos
acontecimientos…


Ya sabéis que esto era un viaje de cortesía con todos los gastos pagados y tal;
bueno, pues nos llevaron a un 4 estrellas con habitación individual,
impresionante:














Después de una duchita y un cambio de camiseta: a paseaaarrrr…


Un par de veces estuve apunto de que me diera un tabardillo bajo el Síndrome
de Stendhal, y a duras penas los pude reprimir.
Es una ciudad fantástica; os pondré unas pocas fotos aunque hay muchas más:







































también hicimos alguna "parada técnica" y ya sabéis lo simpáticos que somos los "ejpañoles" 









Y luego, a cenar.
Es una obviedad pero no habéis comido pizza si no es Napoleta:





En la cena, Pablo Silván nos habló largo y tendido de la nueva tecnología de
Ducati.
No fue un monólogo ni mucho menos; atentísimo siempre a nustras dudas y
preguntas, nos contestó a todo lo que quisimos preguntarle (incluso a preguntas
puñeteras y muy puñeteras).
Pero de esto ya os contaré en el tercer capítulo.
Luego unas copitas (de esto sólo un par de fotos, que lo que pasa en Bolonia, se
queda en Bolonia… jijiji…) y sí, vuestro amigo Chiarvito tuvo que repetir en cada
bar que el vodka es con dos hielos y NADA más. Qué pesaos con echarle
mierdas de refresco y estropearlo…










Sólo añadir que hay un ambiente nocturno espectacular (ciudad universitaria) y
que las ragazze son bellas, bellas y las madonnas, mucho más…





Tercer capítulo: La prueba (primera parte)
El timbre de emergencia suena de repente y salto sobresaltado en mi butaca de
mando.
“¿Qué ocurre, Sr. Spock?”, grito para hacerme oír por encima del ensordecedor
volumen del sistema de alarma.
“No lo sé, capitán, estoy analizando los datos pero no encuentro nada
amenazador con los sensores de larga distancia”.
“Teniente Uhura, ¿alguna comunicación o aviso?”.
“No estoy segura, capitán; algo detecto, pero es muy extraño… parece una
emisión de radio que viene del pasado…”.


Eh… un momento, ni yo soy James Tiberius Kirk, ni estoy en la Enterprise y ni
mucho menos puedo estar hablando con el Sr. Spock o con la teniente Uhura; y
sin embargo esa maldita alarma sigue sonando…


¿Cómo es posible? Y de repente entro en consciencia.
Joder, es la alarma de la tablet…
¿Pero? Ah, coño… estoy en un hotel, en Bolonia, en el Borgo Panigale, donde
manos atentas, ojos inquisidores, cerebros preparados y corazones entusiastas
mecanizan, pulen, controlan, montan, rematan, comprueban y terminan unas de
las máquinas más deseadas por los moteros de todo el mundo; una marca que
nació haciendo tecnología, de la mano de tres hermanos que creían en el futuro,
tal vez influenciados por Boccioni, Marinetti o Govoni, y deseosos de dejar atrás
un pasado y los signos más convencionales de su momento histórico, buscando
el valor, la audacia y la revolución…


Una marca que, atravesando los avatares de la historia y como los locos
proyectos de naves espaciales propulsados por explosiones nucleares, ha ido
avanzando a impulsos por el tiempo hasta nuestros días; que empezó a ser mito
con aquella victoria en unas 200 millas de Imola, en la que por los deseos del
destino no ganó un italiano (Bruno Spaggiari) sino un inglés (Paul Smart), y que
explotó como una supernova para repartir la pasión como elementos
primordiales por los corazones de los amantes del motociclismo, con una de las
más míticas victorias de cualquiera de las competiciones del motor en todo el
mundo: el TT del año 78, a manos del inconmensurable Mike "The Bike” Hailwood.


Desde entonces, esta marca ha tenido una vida muy difícil y, como esas
personas vapuleadas por el destino, ha adquirido una fortísima personalidad.
Estar en lo más alto, descender a los infiernos y poder sobrevivir para contarlo,
forja a las personas más que un martinete de 800 toneladas, cementa su exterior
dejando un alma elástica y cálida, cromando su superficie para que el óxido de
la mediocridad no le afecte, pero al mismo tiempo las humaniza; sufrir te ayuda a
comprender a los demás, a entender sus errores y sus meteduras de pata, y te
llena el corazón de pasión por la vida.


Y eso es lo que ha ocurrido con esta marca, Ducati.


Me enrollo, ya lo sé, pero es difícil volver a mis años jóvenes, donde la vida te ha
dado lo mejor (y algunas veces lo peor) para encontrar aquello que me hizo
desear poseer una de estas máquinas rugientes y carismáticas que tantas
alegrías y disgustos me hicieron pasar.
Mi vida se me presenta delante de mí como en una de esas viejas películas,
llena de arañazos y polvo, con olor a celuloide...
Y duele, duele mucho volver a sentir como cuando era joven y aventurero, con ilusiones
intactas y una vida por delante cuando por el transcurrir del tiempo mi carcasa ha entrado en su tramo
decadente…

En fin, dejemos las melancolías para los días de aspecto triste, gris y nublado,
para enfocarnos en la mañana de un soleado día de abril en Italia.
Después de una buena ducha, me lanzo al restaurante del hotel a desayunar.
Llego el primero. Serán las ganas, me digo.
Mientras me zampo unos croissants, un par de cafés y tres vasos de zumo, los
Pablos llegan.
Rematamos los cafés, taxi y a la fábrica…









¿Sabéis qué? Da un poco de impresión entrar en el recinto.
Externamente es como todas las fábricas, un feo edificio industrial. Pero amigos,
hay un logo gigantesco que pone “Ducati” en su frontal, y eso lo cambia todo.
¿Es aquí dónde se fabrican los sueños del motero? Sí, aquí es, ¡y estoy dentro!
Quién me lo iba a decir a mí, hasta hace tan sólo una semana…






Empezamos a saludar a otros compañeros de experiencia; así, que me dé
cuenta, hay alemanes, belgas, ingleses, checos, franceses y un par de
españolitos, Pablo Sancho y vuestro humilde narrador.


Teníais que ver el ambiente, todo el mundo sonriendo (no es para menos, claro)
y buen rollo generalizado.
Imaginareis que el idioma vehicular es el inglés, y acertáis. También acertaríais
si pensáis que este paleto de Pucela, no tiene ni puta idea; pues eso… pillando
tres palabras de cada diez y contestando a todo que yes, que good morning, y
con algunos hi guy o hi girl, capeo el temporal de las presentaciones.



Sabíamos que nos iban a dar un desayuno (otro) de bienvenida, pero bueno…
teníais que ver cómo nos trataron…
¿Veis en las pelis esos cócteles de la alta sociedad dónde no hay ni un fallo, las
viandas parecen cuadros de Arcimboldo y los platos con comida los ha
preparado Stark? Alucinao, de verdad, joder, es que ni siquiera había un
camarero/a que no pareciera sacado de una pasarela…









Tomamos unos capuchinos y unas pastitas (a mí no me entraba más) y pasamos
a la siguiente fase de la prueba: una charla sobre el desarrollo, diseño,
tecnología mecánica y electrónica de la nueva Multi 2015, de viva voz del
ingeniero jefe del proyecto.


Nos explican las nuevas tecnologías que han aplicado a esta máquina y que,
reduciendo al mínimo, son dos (hay muchísimas más, pero éstas son las más
innovadoras):
En la parte mecánica, el DVT (Desmodromic Variable Timing), en el que el
sistema de distribución variable se las apaña para ajustar continuamente el
trabajo de las válvulas, al ir “toqueteando”, de forma independiente, en el árbol
de levas de admisión y en el de escape, para garantizar la máxima potencia, una
entrega más suave, más par motor y reducir el consumo (o algo así creí
entender).
Y un nuevo sensor electrónico, el IMU (Unidad de Medición Inercial), un
aparatito que mide la posición de la máquina en 5D y las inercias, tanto positivas
como negativas, y manda toda esa información al ABS, AntiWheelie, control de
tracción e incluso al acelerador (de esos que no tienen cable) a la inyección, y
a… bueno, a todo lo que afecta a la conducción del bicho.


Yo ya andaba nerviosillo porque, oye, me molan las cuestiones tecnológicas más
que a un tonto una tiza, pero joder, lo que tengo ya son ganas de cogerla y
achuchar, a ver si todo esto que nos están contando es cierto, que ya sabemos
cómo son los fabricantes… “lo mío es lo mejor”, dicen.
Pues coño, vamos a por las burras a ver si es verdad todo esto…
Pues bien, nos tuvieron casi una hora con el asunto de la charla y, gracias a
Pablo que me hacía una simultánea, me enteré de casi todo.





Por fin nos desean que disfrutemos de la experiencia y salimos a la calle…
Teníais que verlas, veintitantas Multis puestas ahí, en fila, brillando al sol como la
calva del Brynner, y con las llaves puestas en la cerradura del depósito (por
cierto, llaves de proximidad, la llevas en el bolsillo y punto) y empiezan a
organizarnos por grupos; tres, creo recordar, de
seis o siete “civiles” y dos monitores, uno delante y otro detrás.


Inciso: hablando con Pablo Silván la noche anterior, le comenté que me daba un
poco de miedito el no llegar al suelo con un mínimo de “soltura” y que no quería
cagarla y que se me cayera en parado al enderezarla (los bajitos sabéis lo que
quiero decir, ¿eh, pequeñines...?) y que como había leído que tenía un par de
posiciones (normal y bajo) que si me podrían preparar una máquina con esa
característica, y me dijo que sí, que no me preocupara, que al levantarse
llamaría a fábrica y me lo dejarían listo.
















Vale, explicado esto (habrá mas incisos, no lo dudéis) pregunto a uno de los
monitores por una máquina con asiento bajo y me la señala; blanca y claramente
con un asiento más a mi medida que el resto de aparatos.

Buffff, me digo, aquí está…
Con un poco de hormigueo en las piernas me acerco, levanto la patita y,
sorpresón... me monto sin ninguna dificultad.


Empujo con el pie izquierdo y enderezo la máquina. Perfecto, el asiento es
estrechísimo cuando bajas los pies al suelo y sin embargo es ancho en la parte
del culo, cuando los subes a
las estriberas.


Jodo, pienso mientras miro el cuadro de mandos (apagado de momento), y me
“asiento” al manillar y a las manetas (regulables por supuesto) e
inconscientemente busco los pedales, primero el de cambio y luego el de freno
(ojo, frenada combinada al estilo Ducati, 90% delante).


Bueno, ya estoy preparado después de ajustar los espejos, grandes y anchos;
se ve perfectamente y sólo veo los codos un poquitín en la parte de dentro.
La ergonomía es muy buena, como se presupone en una trail; la postura es
“natural”, tal vez un
pelín adelantado el torso, como si, aunque sea una trail, te colocaran en una
ligera posición de “ataque”; también puede que sea que al ser bajito, mis brazos
también son mas cortitos... no lo sé.


Se acercan los monitores a enseñarnos a arrancar el motor, que tiene su
técnica; no sé si será por lo de la llave esa de proximidad, que imagino que sí,
pero el botón de arranque en realidad son dos, uno que enciende la parte
eléctrica (como con una llave normal, la giras para que se abra el contacto) y
luego ya puedes apretar el de encendido.


Bien, amigos, aquí estoy con el pulgar tenso… le doy al botón eléctrico y en
cuanto el tablero me dice que “check ok” o algo así, le doy al de arranque; con
un leve traqueteo, el bi se pone en marcha… y apenas suena; quitar la
pandereta es todo un acierto…


Inciso: en nuestra extensa charla con Silván, le pregunté si el paulatino
abandono de señas de identidad, como por ejemplo el embrague en seco, no le
restaría carisma a estas máquinas, y me dijo que (atención amantes de la
pandereta) “Ducati sólo busca la excelencia y la mejora continua de sus
productos, y si el embrague húmedo es mejor para la máquina y el usuario, se
instalan sin estar pendientes de nada más que de ofrecer el mejor producto”.


Seguimos.
¿Un motor Ducati qué suena poco…? Malditas leyes antiruido; estaba yo ahí
dando unos acelerones en vacío, a ver cómo respondía ese motorcillo y ese
mando de acelerador eléctrico,
y recordaba cómo sonaba mi 900SS 1980, con aquel estruendoso megáfono
Lafranconi dos en uno y trompetas en la admisión…


La civilización es buena, no puede negarse, pero para los que encontramos que
el sonido de un motor “abierto” por delante y por detrás es comparable a
cualquiera de las grandes obras de la música de cualquier época, es un pecado
no dejar que ese bi no pueda cantar a pleno pulmón, como os digo, ser cívico,
responsable y buen ciudadano, es bueno y nos ayuda a compartir espacios
comunes, pero maldita sea…Algunas veces desearía que los tiempos no fueran los que vivimos actualmente.


Con ese motor en marcha, silenciado a su pesar, empiezo a toquetear el mando
de “cambio de tipos de moto”.
Sí, habéis leído bien, tocas en un botón con tan sólo tres actuaciones posibles y
puedes cambiar el carácter de la máquina hasta convertirla en algo diferente
cada vez; tiene cuatro “pre-programados” básicos: Sport, Touring, Urban y
Enduro (al ver este último, me digo que el que meta esta máquina por lo marrón,
salvo algún camino circunstancial, tendría que estar loco, pero bueno, los hay y
les dan esa oportunidad).


Además, dentro de esos modos puedes entrar en cada uno de ellos y variar
infinidad de parámetros que no voy a detallar por que ya os imagináis cuáles
son, sí, todos esos acrónimos para definir gadgets tecnológicos y dejar la moto
más afinada (y a tu gusto), que un Stradivarius en un concierto en la ópera de
Milán.












De repente, me entra la risa tonta.Joder, claro, por eso estaba soñando con la Enterprise, entre la charla con
Silván, sus explicaciones técnicas y mi calenturienta imaginación de freaky y
trekkie (y a mucha honra), lo menos que me podía pasar era tener sueños de
naves espaciales; pero claro, me contesto a mí
mismo, viendo este aparato no me extraña para nada…


“¿¡Eh!?, sí”, atiendo al monitor (luego os cuento una anécdota con él, que me
partí el culo de risa).


“¡Urban Mode!”, grita para hacerse oír por encima del rumor de los motores.
Pues nada, ponemos modo Urban y primera (con “clonc” incluido, no como el de
una BMW pero “clonc” al fin y al cabo).
Poquito de gas, suelto embrague y ya estamos en marcha.


de la Wiki:
Dinámica
“La dinámica es la rama de la física que describe la evolución en el tiempo de un
sistema físico en relación con las causas que provocan los cambios de estado
físico y/o estado de movimiento.
El objetivo de la dinámica es describir los factores capaces de producir
alteraciones de un sistema físico”.


Enfilamos la primera calle, con tráfico , y salimos a marcha reducida.


Noto algo raro: ¡no traquetea! Sí, amigos, no hace como todas las Ducatis; voy
“repelando” el gas para comprobarlo otra vez… lo vuelvo a hacer y sigue igual…
nada.


Miro hacia abajo para ver si estoy en una Duqui y sí, lo pone en el depósito, es
una Duqui.


Mi parte racional me va diciendo “que sí, gilipollas, que es el sistema ese del
DVT y la electrónica de apoyo”.
Pero mis años de experiencia con Ducatis me contradicen; no puede ser… voy
en segunda a 1500rpm y todavía tengo las gafas encima de la nariz… esto no puede
ser… me han dado una japo con pegatinas cambiadas…
“Pero mira que eres idiota”, dice entre dientes la parte más lógica de mi ser (ay,
Sr. Spock, cuánto tengo que agradecerte…).


“Deja de pensar estupideces y concéntrate, que llevas una máquina de 20.000
pavos y además se lo tienes que contar a los colegas y no quedar como lo que
eres, un viejuno melancólico que no tiene ni puta idea de estas modernidades,
así que ponte firme y atiéndeme”.
”Vale, vale”, le digo, “me pongo a ello”.


Bien, como os iba diciendo, esto (la multi) no se mueve como a tirones hasta
que llegas a las 4000, no, casi podría decir (salvando las distancias) que parece
el motor de mi GSX.
Pero de verdad os digo que este “invento” del DVT va a revolucionar el mundo
Ducati y a sus usuarios…
Con este motor nadie podrá quejarse de meneos a bajas vueltas, pero luego
seguiremos con ello.


En el Modo Urban (igual que el Off Road, salvo algunas cosas como el ABS) la
moto es súper blanda de suspensiones y con una potencia rebajada a “sólo”
100cv.


Mientras avanzábamos de rotonda en rotonda (plaga mundial según parece), iba
achuchando el motor con cada vez más ganas.
Ya sabéis, primera y segunda, y le notaba algo “raro”; yo abría gas y el motor
respondía, sí, pero como si hubiera unos enanitos dentro del motor tirando hacia
abajo de los pistones para impedirle que subiera con poderío.


-“¿Ya estás otra vez?”.
-“Vale, vale... venga, me centro…”.


A ver, sé que es la electrónica la que lo impide, pero no parece natural; sé que
es muy difícil bajarle 60cv a un motor y que encima funcione redondo, pero se le
nota extraño y un poco impreciso a la hora de abrir gas con ganas.
Claro que en ciudad, no deberíamos “dar caña” y mientras mantengas una cierta
suavidad en el mando del gas, todo va como la seda…


Pero insisto, ni con el motor “capado” se notan esos traqueteos típicos de los bi
de altas prestaciones, más bien es como si quisiera hacerlo pero no lo
consiguiera, una sensación extraña pero no desagradable…
Sobre la parte ciclo, todavía no lo tengo muy claro; poca velocidad y
suspensiones súper blandas (comodísimas para ciudad, por cierto) me impiden dar opinión.


Después de cinco u ocho kilómetros y ya en el último extrarradio de Bolonia,
hacemos la primera parada a indicación del monitor de cabeza, y nos dice que
cambiemos al Modo Sport.


Todo se maneja con el mando de la izquierda; de esa foto que os he puesto
antes con tres actuadores, tocas el botón como hacia dentro de la moto y se
abre la pantalla de modos; vuelves a tocar en el mismo sentido y los modos van
cambiando hasta que llegas a Sport; mantienes la tecla presionada tres
segundos y queda fijado el nuevo modo.


De repente noto como la moto “crece” literalmente; sus muelles se han
endurecido y claro, se
levanta, y sus hidráulicos también.


Son de la marca Sachs que trabaja con Audi (trasvase de tecnología al canto) y
lo llaman DSS (Ducati Skyhook Suspension).

Es tan perceptible que sólo con “saltar” sobre el asiento, se nota que todo está
más rígido. Golpe de gas y… uhhh… esto suena diferente, más alegre y con una
inmediatez al gas instantánea…


Sonrío dentro del casco.
Esto es otra cosa y además, promete (si no fuera por el ridículo sonido del
escape; pero quietos, hay escapes más cañeros oficiales de la marca; no está
todo perdido).


Empezamos a salir poco a poco y, yo por lo menos, con un poco de precaución
con el gas, hasta que me acuerdo de que llevo lo último de lo último en medidas
de ¿seguridad? (podrían llamarse así, creo yo).


El caso es que me digo: qué demonios, ¿no tengo AntiWheelie y control de
tracción?, pues vamos a ver si es verdad que funcionan…


Cambio a tercera sobre las 6000 y abro gas a fondo (el recorrido es muy corto,
luego os digo por qué pienso que es así de cortito); me abalanzo hacia el piloto
que me precede como si el cabrón viniera en dirección contraria.


La Virgen... ni se ha levantado la rueda del suelo ni he perdido la trasera.
Freno con ganas (que como manda la tradición en Ducati, son unas pinzas
monobloque Brembo M50 en discos de 320; qué decir que no sepáis, que los
tocas y parece que te han puesto una pared delante), y dejo un poco de espacio
entre él y yo.


Les dejo que avancen y yo mantengo tercera, un poco más lejos... otro poco
más... y cuando calculo que tengo espacio para luego poder parar antes de
causar algún desastre, cambio a cuarta a 10000.


Podría decir que es indescriptible, que es increíble, que... es un avión, ¡yo qué
sé!, cualquier adjetivo superlativo, pero no lo voy a hacer pues sé que muchos
de vosotros tenéis máquinas con más cv, superdeportivas tetra y bi y tri de
200cv, y también sé que eso que yo dijera os haría sonreír con sorna, así que
tendré que hacer otro enfoque y este es la limpieza, la rabia (entiéndase rabia
con dos pistonazos de 600cc cada uno y con un diámetro de ¡¡¡106 mm!!!).
Coged un metro, el de mamá de costurera también vale, y mirad lo que eso
representa. Son más grandes que el platillo de esa taza de café a la que invitáis
a vuestr@ amad@ para ver si podéis llevárosl@ a la cama…
y limpieza por que no tiene ni un titubeo ni una "tos", sube lineal...

Sólo de pensar en las inercias implicadas se me ponen los pelos como
alcayatas, y todo con una finura de funcionamiento hasta la zona roja que no
podría imaginarme en un bi de este tamaño (tengo que decir que sobre las 7000,
aparecen unas vibraciones muy tamizadas pero
que están ahí, la perfección no existe, pero para nada molestas, sólo notas que
están).


Ya sé, ya sé, ahora viene, tranquilos, sé que estáis pensando que sí, que el
motor va bien y tal y pascual pero, ¿cómo va en curvas?


Jodío Chiarvo, como es de Valladolid y allí no hay curvas, es un correrectas, y en
cuanto se encuentre con la primera no sabrá ni qué hacer...
Pues sí, amiguitos, llegué a la primera curva y no sabía ni qué hacer.
Era normal, si es que hay alguna curva “normal”, ya sabéis, depende de la
velocidad a la que llegues; y nada, freno fuerte y... me quedo corto, es decir, me
sobra carretera, tengo que “reordenar” mis instintos, que esto no es el barco con
el que habitualmente me muevo, esto es otra cosa.


Empiezo a girar y otra vez: descolocado; ni la postura ni la ergonomía es la
misma, y me cierro
demasiado... sólo pensar en girar y la máquina va sola.
Bueno, pienso, es ágil, muy muy ágil, a la siguiente lo haré mejor; ya sé cómo
frena (eso creía yo) y cómo a la más mínima insinuación se tira a la curva
(también creía que ya lo sabía en esto).


Venga, vamos a dar caña que se me alejan y el monitor de cola pensará que
vaya jodido inútil han mandado desde España a probar “la macchina”…
Aprieto los dientes y empiezo en serio la prueba...


Las curvas se van sucediendo y cada vez más confiado voy tirando más y más.
Me acerco poco a poco a los colegas de delante, pero siempre con precaución y
suavidad con gas y freno, hasta que caigo en que tendría que probar también
esas “seguridades”, ya sabéis, control tracción, antiwheelie, ABS y tal.


El caso es que nunca he montado en una máquina con esas cosas y claro, mi
cabeza dice “abre a fondo aquí”, pero mi muñeca derecha no hace caso... años
y años de precaución se lo impiden, hasta que veo un par de enlazadas con
visibilidad, de segunda, y digo “ahí es el sitio,
a ver de qué soy capaz”.


Sacrifico la entrada en la primera para poder enroscar a fondo en la segunda y,
ohhh... milagro,
abro gas a fondo a 7000 y noto cómo la moto hace unos ruidillos raros, se
encienden luces en el cuadro, quiere levantarse pero algo se lo impide (y no soy yo)
y aquello hace la curva a una velocidad endiablada, y en plena tumbada no se
descoloca ni pierdo ruedas ni nada, tan sólo unos leves cabeceos a la salida,
que como buena Ducati, se corrigen solos al soltarle un pelín las riendas, y otra
vez al enderezar, va tiesa y metida en un rail...


¡Guuuaaauuu!, grito (en serio os lo digo); y cambio a tercera en zona roja (poco),
empalmo cuarta con el motor cayendo apenas 600 vueltas; joder, otra curva y
ésta es ciega; aprieto la maneta del freno como una parturienta aprieta la mano
del hombre que la ha hecho estar en esa situación, y noto una leve vibración allá
abajo como en las punteras de la horquilla, mientras veo otra luz en el cuadro
(imagino que de “aviso” del ABS, pero no lo sé, me había entrado la fiebre y sólo
tenía ojos para la siguiente curva).


Más curvas ratoneras de segunda y tercera, sólo en algunas veía luces en el
cuadro, en otras no, pero yo no notaba diferencia entre ellas, sólo que la
máquina iba como un reloj, la suspensión funcionando perfectamente (bueno...
el amortiguador me pareció un poco seco aunque tal vez era por la carretera,
muy bacheada, con parches y badenes continuamente).


Empezamos a subir un monte con varias horquillas y bueno, pensaba, ya veo
que es súper ágil en ratoneras... ¿cómo será en rápidas?
De momento eran todas de 2a, 3a y alguna en 4a por ver cómo sale el motor
desde abajo (impresionantes 13´9́ Kgm, como mi Susie pero con 200cc menos).
Y en eso coronamos el monte y parada.


¿Recordáis la foto que puse de esa niña rubia de gran “pechonalidad” y qué os
dije que no andaba mucho?
Pues bien, ella iba en el grupo uno, delante de nosotros, y ralentizó tanto el ritmo
de ese grupo
que les comimos seis o siete minutos de margen en unos 30 km.

En esta parada, charlamos con los monitores y entre los compañeros, y me fumé
un cigarrillo
(sólo fumaba yo; qué gente tan sana, la Virgen).


Unas fotos de la parada…



















Tercer capítulo: La prueba (segunda parte)
Como os decia antes el motivo de nuestra parada
fue que nuestra guapa rubia inglesa, la de los airbag integrados de serie, había
ralentizado tanto la marcha del primer grupo que les habíamos cazado antes de
llegar a lo alto de ese monte, en el cual paramos para dar tiempo a los “lentos” a
hacer camino, y no tener que pasarles como cohetes y sumirlos así en la peor
pesadilla para un grupo de moteros: que te pasen los que vienen por detrás (que
es como ese piloto de rally al que adelanta su inmediato seguidor, un drama en
toda regla).


Amigos de la motos, no seáis crueles: si salís después, no lleguéis antes que
vuestros predecesores; no les hagáis sentirse miserables ni hacerles pensar que
necesitan más moto. Seguramente al final tendrán más de lo que puedan domar
y su marcha no será la apropiada,
pudiendo sobrepasar el límite de sus posibilidades; podríais ser causantes
indirectos de una desgracia producida por un exceso de velocidad.

De la Wiki:
"La velocidad es una magnitud física de carácter vectorial que expresa el
desplazamiento de un
objeto por unidad de tiempo. Se representa por “v”. En análisis dimensional sus
dimensiones son [L]/[T]1 2.
Su unidad en el Sistema Internacional de Unidades es el metro por segundo
(símbolo m/s)."


Se representa bla bla... magnitud física bla bla... metro segundo... bla bla bla…
Que sí, que es verdad, pero es mas fácil decir que la velocidad es el espacio
partido por el tiempo; fácil, ¿verdad?


Pues no. No es fácil saber la verdadera magnitud metafisica de la velocidad; la
física sí, es esa que os he puesto: una distancia X y la terminas en un tiempo X y
listo, pero no es tan sencillo.


Como tengo dudas, llamo a un amigo; el pobre está un poco maltrecho pero
como estamos en el campo de la imaginación, me contesta.


“Holaaaa, ¿sí, quién es?”
“Eh, Alberto, soy Chiarvo. Verás, es que estoy escribiendo una historia para unos
colegas y quería consultarte unas cosillas.”
“¿Ya te has metido en otro lío? Mira que te he dicho que no te compliques, que
no pises charcos…”
“Ya, tío, pero es un compromiso por un favor que me han hecho y qué le voy a
hacer... tengo que cumplir.”
“Va, dime, a ver.”
“Verás, estoy intentando explicar la velocidad dada de un objeto y…-”
“Espera, ¿ese objeto es único o comparable?”
“¿Ehhh? Pues... creo que es comparable. Es un objeto físico en un entorno
comunitario, es decir, que hay más objetos moviéndose en diferentes
direcciones y velocidades.”
“Entonces Chiarvín, no podemos hablar de velocidad como sujeto propio, si no
como elemento…-”
“Ya me estás liando, Albertito, ¡cómo eres!... ¿No puedes darme una definición
que yo pueda poner y listo?”
“Pues no, mira, si la velocidad del objeto a medir fuera única, podríamos hacer
un estado exacto de su situación, pero si hay un mínimo de dos, tenemos que
hablar de relatividad…”
“No me jodas Alberto…”
“¿Qué quieres qué te diga?, es lo que hay…”



"¡Paco!, ¡Paco!... ¡¡Eh, Paco!! ¿qué te pasa?", me pregunta Pablo.
"¿Eh…?", contesto.


La línea del horizonte vuelve a su normalidad mientras escapo de mi
momentánea abstracción.
Soy de Valladolid, de la meseta. ¿Sabéis lo qué eso quiere decir?
Vivimos en un páramo, pero no uno apocalíptico como el del Loco Max; este es
verde en primavera y cuando empieza el calor, se tiñe del rojo vivo de las
amapolas.


En julio, las plantas de trigo y cebada están crecidas, a punto de cosecharse, y
secas, amarillas; las brisas de aire caliente ondulan la superficie de los cultivos y
se ven olas de color pajizo que se desplazan hacia el horizonte, lentas, como el
mar oceánico con esas ondas profundas y largas, y el sonido asemeja la tela de
un saco arrastrado por la irregular superficie de unos adoquines.


En otoño, los rojizos y marrones de la tierra se descubren, y los cielos del
atardecer se tiñen de carmesí por el sol poniente.


Y en invierno, si hiela después de la niebla, cae la cencellada; desde
las briznas de hierba seca hasta las ramas de las encinas, todo se cubre de
escarcha, arropándose así como si fuera un abrigo de azúcar.
Cuando el sol en los días sin nubes llega a acariciar el hielo, lo hace brillar como
si de estrellas se tratara, que tan agotadas de lucir en el cielo, deciden
recostarse y descansar sobre esta inmensa y plana superficie.


En los días claros, podemos intuir la cordillera Cantábrica, que está a más de
100 km de distancia, sin nada de por medio; la vista se pierde ante kilómetros y
kilómetros de extensión con sólo un sitio donde fijar la mirada, y es fácil
quedarse “colgado” en esa línea horizontal que pretende separar la aparente
superficie plana de los ilimitados matices del cielo, el fin de la atmósfera y el
espacio exterior, y más allá, al universo infinito…






(Esa foto es del páramo de Valladolid tomada desde las Murallas de Urueña;
podéis ver más desde este enlace, no os las perdáis https://www.facebook.com/
paco.villav...2006052&type=3)

(¿entedeis ahora por que me quedo colgado con los horizontes?)


¡Claro! Me doy cuenta de que Alberto tiene razón, como casi siempre... La
velocidad es relativa si vamos muy rápidos pero ¿comparados con qué?


"¡Ok, guys, let’s go!”, grita el monitor.
"Voy, voy…”


No le dejan pensar a uno...
¿Qué no nos dejan pensar...? Pues sí; la velocidad del pensamiento no es mensurable, por ejemplo;
en un instante damos un repaso a una imaginaria eternidad y en este caso
comparo velocidades.


¿Crees qué estás parado ahora mismo, ahí, sentado delante del ordenata o
mirando esto en tu móvil?


Pues no. Te estás moviendo y no te das cuenta, porque lo que te rodea se está
moviendo a la misma velocidad que tú y parece que son objetos inmóviles, pero
qué equivocado estás…
No voy a poner números, pero piensa esto y si quieres puedes indagar en
Internet y hallarlo tú sólo: la Tierra tiene un movimiento giratorio sobre su eje, a
una velocidad, y además giramos alrededor del Sol, más velocidad, y a su vez el
Sol gira con nuestra galaxia, y encima, acercándonos hacia un inmenso cúmulo
de galaxias al que llamamos el “Gran Atractor”.


¿Te das cuenta? La velocidad es relativa.
Cuando en tu máquina de chasis de alambre y horquilla de gominola vas a 200,
las sensaciones son tremendas; pero cuando coges la moto de ese amigo que la
acaba de comprar nueva en el 2015, la pones a 200 y parece que podrías
encenderte un cigarrillo, e inconscientemente buscas el mechero para
encenderlo pero te das cuenta de que vas en una moto y no hay mechero ni
cenicero, pero tienes la sensación de que no sería problema hacerlo; y es ahí
cuando notas la relatividad de la velocidad y las maquinas.


Esa es la sensación que he tenido con la Multi. Lo sigo pensando mientras me
pongo el casco y me ajusto los guantes para enfrentarme a la siguiente etapa, la
más larga (unos 40 km).


Nos dicen que pongamos el modo Touring en el cuadro de mandos; este modo
mantiene los 160 cv y rebaja un poco los hidráulicos de las suspensiones para
mayor comodidad de viaje.


También hace otra cosa y es que el acelerador no es “directo”; digamos que tú
aceleras y la electrónica te “doma” la caballería; por eso os dije en otro capítulo
que el recorrido es muy corto, en el modo Sport es cañero y directo y en el Touring da igual,
ya que tú abres, pero la inyección regula para que sea una entrega “razonable”.
Pero ojo, sólo hasta la mitad del gas; si abres a fondo, la entrega es muy buena,
aunque no tan salvaje como en el modo Sport.


También se ven modificados los parámetros de varias cosas como el ABS (entra
antes), control de tracción (entra antes), AntiWheelie (entra antes) y resumiendo,
te lo hace todo más fácil y seguro.
¿Os he dicho qué esta máquina tiene control de crucero? No lo pude probar,
pues no hicimos nada de autovía.


El caso es que salimos y empiezo a dar gas cambiando a rpm razonables.
Este motor yendo “de paseo” y con modo Touring es delicioso.
Cuando digo rpm razonables es que, como todos sabéis, hay un sitio en los
motores que le llamamos “el punto dulce”; suele ser
más o menos amplio, dependiendo del tipo de motor y sobre todo de su
cilindrada (a más cilindrada, ese espacio es más amplio).


Pues bien, da gusto conducirlo entre las 4 y las 8000; la respuesta del gas es
inmejorable en ese margen y la comodidad de marcha muy buena; bueno, me
parece que el amortiguador trasero sigue siendo un poco seco, al ser progresivo
creo que no sería necesaria esa “sequedad” y lo mismo se puede “amortiguar”
esa sensación ajustando los parámetros individuales del modo Touring, pero no
me atrevía a tocar nada en marcha (aunque se puede hacer sin parar la
máquina) ya que estos locos italianos empezaron a tirar rápido, muy rápido.


Antes os dije que habíamos subido un monte y después del monte hay un
páramo, alguna recta larga y curvas rápidas (las que me gustan).


Dando gas, meto cuarta, quinta y por fin sexta, que todavía no había probado, y
no porque no pudiera, sino porque antes quería ver cómo era ese 1.2 en su zona
brava y modo Sport.


El caso es que la velocidad aumenta tal vez un poquito por encima de lo legal en
esa zona (sólo un 50%), pero pienso que si me paran, nos tendrían que parar a
todos; y ya sabéis, mal de muchos...


Vale, empezamos a curvear en rápidas; al llegar a las curvas, bajo una marcha
para mantener una buena tracción y no dejar que la moto vaya “suelta”, y no
noto el más mínimo amago de “bailoteo” en el tren anterior.
Mola, me digo, parece estable… A ver, a la siguiente no quito ni el gas…
Impecable.


Tampoco me sorprende; a estas alturas de la prueba ya había comprobado que
la estabilidad era buena y qué coño, es una Ducati; si no es estable cuando vas
rápido no sería una Duqui.


Cada vez tiran más y más; no sé hasta dónde querrán llegar pero empiezo a ver
en el cuenta 170-190-200 y ¡quietos!, curva a izquierda que no es para ir a esta
velocidad; acaricio la maneta de freno al quitar gas y como dispongo de
visibilidad absoluta, me como el carril contrario entero para cortar la curva lo
máximo posible.
Aún así voy muy rápido, pero si estos cabrones han pasado así de fuerte, pues
yo también.

“Friizizzzzz”, hace la puntera de la bota al rozar contra el suelo.
Me da un escalofrío e inconscientemente recojo el cuerpo dentro de la máquina,
junto las rodillas al depósito, agacho el cuerpo, las punteras de las botas hacia dentro y pego los
codos todo lo que puedo a mis costados para ofrecer la menor superficie posible al aire.


Desde unos 160 km/h, abro gas a fondo porque los tíos se me alejan y no quiero
que el pabellón hispano quede mal; se suceden curvas rapidísimas, que ya os
he dicho que me encantan, y como decía King Kenny: “en las curvas lentas ve
despacio y en las rápidas a todo gas”.


Haciéndole caso, tiro y tiro y me siento en la gloria tumbando como un salvaje,
con una máquina que pese a su pinta de saltamontes del siglo XXIV, se le nota
que tiene el ADN de los buenos viejos y largos chasis de Ducati.


Haciendo unas enlazadas a 150, recuerdo cómo empecé a amar esos hierros
italianos y las circunstancias que me rodeaban por aquel entonces, con aquellas
máquinas de depósito larguísimo, con aquellos semi-manillares a los que no te
agarrabas, no, tenías que lanzarte sobre ellos al montar, y más te valía no fallar
pues podías romperte la piñada contra el depósito…
Podías ir rapidísimo con un 30% menos de cv que aquellas primeras deportivas
japonesas.


En esta regresión temporal y al abrir gas a fondo, escucho el sobrenatural
sonido de admisión de este 1.2 con las mariposas abiertas a tope, y me
encuentro otra vez en mi vieja 900SS, en 1985, en la carretera que atraviesa la
montaña desde Oviedo a Ribadeo, por la vieja N-634.


Y me emociono, como un niño cuando los Reyes le traen su primer escalextric;
como cuando tu amor te dice por primera vez que te quiere; como cuando llevas
a tu chica en la moto y existe esa comunión entre los tres, y la máquina pistonea
encantada de que los que la montan estén tan unidos, y ese trio forma un solo
cuerpo; como cuando teníamos la ingenua libertad de la juventud; como cuando
creíamos que el mundo estaba a nuestro alcance; como cuando pensábamos
que el futuro era un mundo en el que todo podría ser posible; como…, como…,
como... y se me mojan las mejillas con las lágrimas de la melancolía, del tiempo
pasado, de lo que pudo ser y no fue, de lo que fue y no tenía que haber sido, de
los amigos perdidos y los arrebatados por el destino, de la confianza y la
seguridad y de la falsa conciencia de ser eterno, de la juventud, de la vida...


Y lloro, sí, como un crío; sólo maldigo que esta máquina y ese sonido de
admisión tan parecido a los DellÓrto de mi vieja Duqui, me hallan transportado a
hace más de 25 años de golpe, sin avisar y a traición.


Jodidas máquinas, las motos… Qué tendrán para hacernos sentir así…
Sí, son máquinas, hierro, aluminio, plásticos, goma... pero el conjunto es mayor
que la suma de sus partes, y eso es la trascendencia.


Al igual que una persona no es sólo hidrógeno, oxígeno, carbono y un poco de
hierro, calcio y fósforo, es algo más…
No penséis que tienen alma; yo creo que nosotros no la tenemos, como para
que la tengan unos hierros…


Pero es lo que se ha vivido encima de ellas lo que les da ese carisma, ese
carácter, esa identidad única que ningún otro medio de transporte nos ofrece; el
riesgo, el peligro, la dificultad, es lo que las hace atractivas.
Como digo siempre: ¿cómo vamos a apreciar la vida si no la arriesgamos?
Y estas máquinas infernales nos aproximan tanto al final, que se convierten en el
puente por el que nos acercamos al filo de la navaja…


“Chi”, me dice ese pequeño Sr. Spock que llevo dentro, con voz tenue y
cariñosa.
“Venga, hombre, ¡anímate! Sabes que yo te entiendo y sé porqué piensas estas
cosas: has recordado una de tus mejores épocas y ahora que no son tan buenas
las echas de menos.
Pero estás en el Borgo, donde a cualquier motero con un sólo soplo de pasión
en su corazón le gustaría estar. Al saber por qué tú y no otros… Pero eres tú, el
chico de Rondilla, el golfete canalla y descarado que a base de empujones se labró la vida.
Venga, tío, sacúdete los lamentos y la añoranza y vive el momento; hazme ese favor”.


“Sí, sí, ya voy”, le digo. “Es esta máquina, que parece la de Wells en lugar de lo
que tendría que ser; tranqui, ya estoy en esta década”.

Mientras, los compis casi se me pierden de vista y aprovechando una recta
intento fundir los pistones (pistones que al régimen de potencia máxima andan
muy cerca de los 20 o 21 m/s de velocidad media), pero no, la máquina aguanta
bien.


Me fijo en el cuadro de mandos (precioso, todo digital y con colorines que hacen
más fácil distinguir cada cosa; se ve perfectamente a pleno día; estas cosas
estéticas y “preciosistas” las bordan los italianos) y veo que una vez que te
haces a él es fácil encontrar la información que buscas; da muchos datos y con
cada modo aparecen cosas diferentes, por ejemplo: en el modo Urban no está el
cuenta revoluciones; en el Touring, que es el que llevo ahora, aparece el
consumo medio y la temperatura de refrigerante, entre otros muchos datos.


Además, me doy cuenta de una cosa: antes cuando estaba en Sport, la
temperatura era de unos 85-90 grados y ahora había bajado unos diez grados.
Sé que para dar más “punch” a un motor se le adelanta el encendido y eso hace
que trabaje un poco más caliente, aunque se necesita gasolina de calidad, y que
además este motor tiene 12’5 de compresión (que no está nada mal), y sensores
de detonación.


¿Podría ser qué en el modo Sport se calentara más? ¿O tal vez al ir a mayor
velocidad media se refrigerase más por el mayor caudal de aire por el radiador?
Seguramente sean las dos cosas, pero el caso es que no es de esos motores
que te fríen los huevos cuando paras en un semáforo, ni te van calentando las
rodillas cuando vas en marcha.
Un diez para el que haya diseñado los conductos de aireación.


Bueno, parece que me voy acercando a ellos y que el páramo se acaba, pues
empezamos a descender y otra vez empiezan las curvillas ratoneras y las horquillas.


No sé si os pasara también a vosotros, pero imagino que sí, pues la física influye
mucho en este tema que os voy a comentar (y la física es igual para todos):
“Bajar puertos es más difícil que subirlos”.

¿Pensáis lo mismo? Obviamente es una pregunta retórica, no podéis
contestarme, pero bueno, a mí me pasa, y yendo detrás de estos tíos empiezo a
tirar de frenos más que subiendo.


La Multi tiene un sistema de frenada integral que va sólo a la maneta, y detrás
lleva un gran disco de 265mm y los delanteros son de 320; esta frenada integral
reparte al 90% delante y claro, al 10% detrás.
Como os he dicho, sólo actúa en la maneta; el pedal sólo actúa sobre el disco
trasero y además está reforzado con bomba radial y un sofisticadísimo sistema
de ABS que, apoyándose en el nuevo sensor inercial de 5 dimensiones,
reconoce en cada momento si estás bajando o subiendo, ángulos de inclinación
y aceleración tanto positiva como negativa, lo cual ayuda al ABS a calcular
mucho más exactamente cómo tiene que funcionar en cada caso particular.
“Venga, va, sí. ¿Pero eso se nota en algo?”, os preguntareis…


No os lo podríais creer, lo repito, no os lo podríais creer.


¿Sabéis cuándo estáis en plena curva y veis que os vais un poco largos y hay
que frenar en plena tumbada, y que el efecto es que se te levanta la moto y eso
todavía te lleva más afuera?
Pues con este sistema de frenos se acabó este problema.
Como lo oís, ni un amago siquiera de levantarse; simplemente aprietas la
maneta y desaceleras.
Increíble.


Debo deciros que es lo que más me ha sorprendido de esta máquina con
diferencia.
Sí, en recta frena del copón; si entra el ABS apenas te das cuenta; la maneta no
“palpita” o es tan poco que apenas se nota, pero poder frenar tan fuerte en plena
plegada, es de no creerlo hasta que necesitas hacerlo (como me pasó un par de
veces) porque ves que te sales.


La primera me dije “¡allá qué vas!”. Y no, no me fui.
Lo mismo la hubiera salvado (era muy lenta, de primera), pero este invento creo
que me salvó de quedar como un manta y ahorró un montón de pasta del
departamento de recambios de la fábrica.
No sé, chicos, me dejó alucinando…

El caso es que seguíamos bajando y, con la seguridad mental que te da el haber
comprobado que eso pita como debe hacerlo, se me hizo mucho más fácil
seguirlos; no lo hacía en todas las curvas, pero en alguna otra que necesite
entrar hasta el ápice frenando (y fuertecillo, eh, no esa caricia que damos los
que vamos sin ABS); lo hice, no sin compasión, pero mucho más que de
normal...


Y perdonadme que lo diga otra vez: a-lu-ci-nan-te.



Empecé a reconocer la zona: nos estábamos acercando a la fábrica.
Intenté cambiar al modo Urban en marcha pero al segundo intento desistí;
muchos coches y llenos de italianos…¡qué peligro tienen, la Virgen!
Y nada, entramos en la fábrica y dejamos la motos donde las habíamos cogido.
Para pararlas se aprieta otra vez el botón de encendido eléctrico y poff, el
silencio...


Me quedé un ratín sentado, intentando grabar a fondo, en la neurona que me
queda, todas las sensaciones que había experimentado con la Multi.
Al cabo de unos momentos y con un profundo suspiro, puse la pata y me bajé.




Cuarto capítulo: Conclusiones sobre la Multistrada 1.2 2015
Es difícil llegar a este punto en el que sólo en unas pocas líneas, tengo que
condensar mi experiencia con esta máquina.
Al acabar la prueba dinámica, hicimos una sesión de “feedback” con el jefe de
pruebas de Ducati y sus ayudantes (ya veis qué trabajo de “mierda” tienen,
probar Ducatis todo el día, joder…).
De uno en uno, y sin escapatoria posible, nos tocó contar qué nos había
parecido el aparato.


El idioma general era el inglés, y como algunos hablaron en alemán, francés y
otro idioma que parecía el de los Orcos , me dio por pensar lo
relativamente fácil que nos entendemos los moteros sin que nos importe el
idioma, mientras hablemos de motos, cervezas o mujeres...



Al bajarme, echar un vistazo general a la moto y darle un par de palmaditas
(como se hace con un caballo cuando te ha dado una buena cabalgada y le
estás agradecido por ser un buen y noble animal, pues no te ha jugado ninguna
pirula), uno de lo monitores de mi grupo, quizá por ver mi gesto de aprobación
con la Multi, se acercó a mí.
En una mezcla de italiano y español, me preguntó que qué me parecía la
máquina.


Sí, lo mismo que me preguntaron luego pero, como ya sabéis, uno puede ser
más directo y natural en un cara a cara que en público.
Así que claro, con la experiencia tan reciente, le dije que parecía una buena
máquina, noble de chasis y rabiosa de motor, aunque con una dirección un tanto nerviosa.
Le puse como ejemplo a esa mujer que…


-un momento, chicas que estéis leyendo, yo soy hombre y hetero, pienso en
mujeres, no sé si entendéis lo que quiero decir, pero no es una utilización
sexista, que quede claro-


…¿por dónde iba? ¡Ah, sí! Esa mujer que… pues que es guapísima, con un
tipazo y buen gusto, y mucho más inteligente que tú, con la que hay que tener
mucho cuidado en cómo la tratas, porque si te descuidas y no eres como ella se
espera, y te equivocas en un paso a la hora de bailar, te puede soltar un
guantazo del envés (esas mujeres extraordinarias, cuando les fallas, el tortazo te
lo dan con la parte de los nudillos, que es más despectivo aún si cabe que con la
palma, pues quiere decir que ni aún despreciándote, lo quieren hacer con la
parte de la mano con la que se aplican el gel de ducha).


Imagino que algo o todo entendió, pues se partía el pecho de la risa que le entró.
Señalándome la rueda, me dijo algo así como que yo “sabía bailar con la mujer
de carácter”.
Entonces vi lo que vais a ver en esta foto:























¿Veis esas “marcas” con forma de segmento de círculo, justo al borde del perfil?
Donde se ve el material del neumático como “arrastrado”, eso son las pistonadas
de una en una interrumpidas por el efecto del control de tracción (eso me dijo él).
Yo me quedé un poco extrañado pues, como ya os he comentado, estos
sistemas de la Multi son tan “amigables” que no se nota nada su “intrusión”.


Me debió de leer la cara, porque me decía que sí, que había bailado bien y me
preguntó si me “casaría” con esta “mujer”, refiriéndose a la moto y
señalándomela.


En ese momento, y con la experiencia tan buena que llevaba viviendo desde
hacía 24 horas, me hubiera casado hasta con él.


Pero le dije que dije que no.


Me miró sonriente y el muy ladino va y me dice que ya lo sabía, que lo había
hablado con su compañero de grupo y sabían que yo una Multi no; y levantando
una ceja me dice “tú quieres una Diavel negra, ¿verdad?”.


Como podréis imaginar, le pasé el brazo por encima del hombro y le dije “qué
cabrones... cómo me habéis cazado a la primera, ¿eh?”.
Risas de ambos.


Me contó que al pedir un asiento bajo y al verme mi lenguaje corporal, actitud,
tatuajes y pintas (fui con mi chupa clásica, pantalones a juego, botas y casco
negro mate, vamos, más de negro que los cojones de un grillo) y que estuve
mirando esta Diavel más de cinco minutos seguidos:






…que se habían dado cuenta de que yo jamás compraría una Multistrada.
Es curioso esto de los gustos moteros, ¿verdad? ¿Qué puede inclinarnos por un
estilo u otro?
Puedo hablar por mí, no sé qué motivaciones tendréis vosotros pero, las mías
están claras y frescas en mi memoria; no como una película, ya sabéis,
fotogramas pasando a toda velocidad que crean la ilusión del movimiento… No.
Es más bien como una foto fija. Os la describo:

Creo que era en el año 75 y yo tendría unos 12 ó 13 años. Mis padres habían
venido a recogerme de unas colonias de verano en Velilla del río Carrión, y
aprovechando la subida hasta Laredo pasaríamos allí unos días.
Y uno de esos días, yendo a la lonja con mi padre a comprar pescado recién
sacado de la mar, en el paseo marítimo y antes de llegar al puerto de
pescadores, escuché un ruido ensordecedor que jamás había oído y, esperando
en la acera, vi que se acercaban varias motos.
No eran muchas, tal vez tres o cuatro nada más, pero el ruido era tremendo (o
eso me pareció a mí).


Para colmo de mi admiración, pararon justo enfrente, donde estaba la barandilla
que daba al mar; y ya sabéis cómo somos los moteros: un buen acelerón al
parar ayuda a descebar las cubetas del carburador y a marcar territorio con el
sonido, anunciando acto de presencia.
Me quedé extasiado con una moto por primera vez en mi vida, al ver delante de
mí una fantástica Benelli 750 Sei.


Los ojos se me llenaron con aquellos seis escapes cromados y el increíble
sonido que salía de ellos; nunca jamás había tenido esa sensación de… de… no
sé. Todavía hoy me faltan palabras para explicar lo que sentí, pero sí sé que ese
día algo cambió en mis sinopsis neuronales y muy profundamente, además.
Sólo tenía ojos para esa maravilla brillante y enorme (yo era un mocoso,
recordad).


Las otras motos no recuerdo muy bien cuáles eran, pero no tenían ese
espectacular motor.


Mi padre, al ver que se me caía la baba y tenía los ojos como platos soperos, me
dijo “vamos, Paquito. ¿quieres verlas?” (qué buen tipo fue siempre mi viejo;
nunca me compró una moto, pero siempre estuvo orgulloso de que yo me las
comprara con mi dinero).


Creo que ni abrí la boca y, cruzando la calle, nos acercamos al grupo de moteros.
Mi padre se puso a hablar con ellos en no sé qué idioma; creo recordar que eran
franceses y mi viejo había currado unos años en Francia antes de irse a Brasil,
donde nació el menda.
Bueno, el caso es que la tenía ahí, al alcance de la mano; ese motor, esa tesis
“cum laude” de fontanería para los escapes, ese color rojo, ese... todo.

Me faltaban ojos para fijarme en todo lo que quería ver y casi sin avisarme, el
motero (con aquellas pintas que se tenían entonces: barbazas, melenas, chupa
de cuero, vaqueros, botazas...) me agarra ¡y me monta!
Me ayudó a poner las manos en el manillar y los pies en las estriberas; y yo ya si
que aluciné.


Allí fue, viendo el mar, a lomos de una copia de una copia, pero para mí lo mas
bello que había visto nunca, que me hice motero y me juré que algún día sería
como esos tipos sucios, con melenas, con un bulto de bolsas y ropa apenas
sujetas, atado con unas gomas a la parte de atrás de la moto, con aquella chupa
negra y llena de bichos aplastados.


Y a fe mía que lo he conseguido, sin melena pero sí con lo demás.


¿Y por qué al final (o al principio de mis tiempos moteros) acabé comprando una
Ducati?, os preguntaréis…
Esperad, parece que me llaman. Luego os sigo contando lo de mis gustos...


“¡Eh, eh!”, cerebro llamando al corazón, “¿me escucha alguien ahí?”
“Sí, ¿qué pasa? Estamos hablando del gusto de cada motero y eso no se puede
explicar racionalmente, tío” (Joder con la puta cabeza, mascullo entre dientes,
no puede dejarme en paz con mis propias emociones). “A ver, ¿qué quieres?”
“No, nada, que tienes que explicar todavía que te ha parecido la máquina y
llevas dos páginas desvariando con tus cosas de viejuno, tío, mira a ver”.
“Qué sí... que ya lo contaré cuando quiera, ¿vale?”
“Ok, tío... tú mismo, pero…”-
“Vale, a ver qué le digo a esta gente”.



Estábamos en el “feedback” del principio…
Cuando me tocó hablar a mí, me arranqué con mi estupendo, exacto y perfecto
castellano de Valladolid, después de disculparme por tener que hacerlo en tal
idioma y que el probador jefe me dijera que no había problema, que el traductor
hablaba español perfectamente.
Así que me solté…











La máquina es muy “redonda”, en el sentido de conjunto, muy equilibrada con
respecto a la caballería y el chasis; la potencia es “suficiente” (sonrisa con ceja
levantada del probador) y la entrega muy buena desde las 2000 hasta las 6000,
donde se convierte en rabiosa hasta la zona roja y, ya os lo he dicho, ¡adiós
traqueteo Ducati!, ¡adiós y qué bendito DVT!, que para ser una trail, es
rapidísima en cambios de dirección, tanto en ratoneras como en rápidas (gran
sonrisa del probador jefe); que los frenos son una pasada del copón, pero que
no me extrañaba en una Duqui y que me había quedado alucinado con la
capacidad de frenado en curva y con las ayudas a la conducción; que sí, que
estaban ahí, pero que no se notaban en absoluto y que en unas buenas manos
sería una máquina difícil de batir en puertos y carreteras nacionales con curvas.
¡Si hasta un paquete cómo yo había sido capaz de ir rápido! (carcajadas de todo
el mundo); que los acabados podrían mejorarse, por ejemplo el
feo hueco que queda al montar el asiento en su posición más baja; que la
protección aerodinámica también podría mejorar sólo con que la pantalla fuera
unos dos centímetros más ancha de cada lado (por cierto, se puede subir y bajar
facílisimamente con una especie de agarradero que tiene en la parte central);
que el aspecto general era muy bello y armonioso, y el primer golpe de vista
impactante; que dudaba que nadie en su sano juicio metiera esa belleza por el
campo (murmullos de afirmación); que el amortiguador trasero era bastante seco
y que la caja se le notaba un poco, no tosca tipo BMW, pero no tan fina de
funcionamiento como esperaba.
Y que bueno, que me parecía un conjunto muy equilibrado como había dicho al
principio y que eso era todo.


Me dieron las gracias y me pidieron por favor que le pasara el micro al siguiente
invitado.
Se lo paso y, en ese momento, se me ocurre otra cosa más que decir, así que se
lo quito de las manos y digo:
“Eh, que se me olvidaba, que la ruta tenía que haber sido de 300 kilómetros y no
esa mierda de 80”.
Risas generalizadas, incluidos probadores, ingenieros y traductor, y voces de
todos los invitados confirmando y apoyando mis palabras.

Y continuaron con los otros.
Esto es, queridos colegas, lo que les dije que me pareció la moto y es lo que os
digo a vosotros.


Tengo que mencionar que todos lo monitores, el probador jefe y los que allí
había, literalmente se “bebían” nuestras palabras, imagino que para hacer la
mejoras necesarias o por lo menos tenerlas en cuenta.



El Museo
El museo, pues… ¿qué podría decir del museo que no podáis averiguar a golpe
de ratón y Wiki...? Pues nada, que supera toda la información que podáis
conseguir por vuestros medios.
No voy a describiros las máquinas y sus historias, ni sus mecánicas y
tecnología, ni sus leyendas y anécdotas; todo eso lo podéis ver por vosotros
mismos en la red.
Os pondré unas fotos y os contaré lo que sentí al presenciar esta catedral
erigida en honor a la valentía, el arrojo, la constancia, la aventura y la fe en el
futuro.


Cuando llegas a la fábrica, te das cuenta de una cosa muy curiosa: parece una
romería.
No exagero. El flujo de gente es incesante; vi por lo menos cinco o seis grupos
de personas en el poco rato que permanecimos en el exterior, en lo que
empezamos la prueba y luego al volver.
Muy variopintos además: unos parecían los alumnos de un instituto, eran
chavales; otros, los que más, turistas y familias al completo; en fin, que aquello
parecía una procesión de cofrades de la santísima velocidad de nuestra señora
de la tecnología.


Ocupa una segunda planta donde después de subir una escaleras, te
encuentras esta máquina:










Y estas otras, que son las que están en producción actualmente:







Como todos sabréis, los hermanos Ducati empezaron fabricando cosas
electrónicas y de pequeña mecánica, como calculadoras, cámaras de foto y
proyectores (pregunta de Trivia: ¿qué desaparecida compañía de motos
española fabricaba algo parecido? ¿Ehhh?).






Y por fin se accede al paraíso:






El museo tiene planta circular y, perpendiculares a ese círculo, salen unas
habitaciones temáticas con diferentes aspectos de la historia de Ducati: primer
motor, pilotos, tecnologías, hitos, curiosidades, recuerdos...


Es impresionante ver planos originales en A0 con los conceptos completos de
máquinas enteras, y motores que nunca llegaron a la serie, raros experimentos y
repuestos originales de máquinas míticas.



Hablando de mitos…


Sacado de la Wiki:
“Un mito (del griego μῦθος, mythos, «relato», «cuento») es un relato tradicional
que se refiere a acontecimientos prodigiosos, protagonizados por seres
sobrenaturales o extraordinarios, tales como dioses, semidioses, héroes,
monstruos o personajes fantásticos, los cuales buscan dar una explicación a un
hecho o fenómeno”


Unas líneas más arriba os conté cómo creo que el virus del “moterismo" me fue
inculcado por unos medio hippies y una de las motos más hermosas jamás
construida, la Benelli 750 Sei.

Ahora os diré por qué me pillé el bicho Ducati…


Por esta máquina:






No os voy a contar su gesta, de todos conocida, pero sí cómo me impresionó a
mí:
Yo tendría unos 15 añitos y andaba en moto, una estupenda Derbi Tricampeona,
ya sabéis, 49cc y tres marchas; una máquina estupenda que a poco que le
hicieras andaba mucho más, ya sabéis: un carburador, un kit de 65, un tubarro…
Y la convertías en una máquina casi de competición.


Por aquel entonces, mis padres tenían una casa en un pueblo llamado Boecillo,
y era un pueblín de apenas 500 habitantes, muy cerca de Laguna de Duero y a
su vez de Valladolid.


Y claro, como no había mucho ambiente joven, los chavales y nuestras
maquinillas nos íbamos a Laguna de Duero a disfrutar de la vida y sufrir los
primeros inconvenientes de la adolescencia.
Pero no penséis que íbamos por la carretera, no… No teníamos ni seguro, ni
matrícula, ni casco, ni nada de nada… Sólo nuestros pequeños y trucados
ciclomotores para desplazarnos por allí, a Laguna y a los pueblos de alrededor;
y lo hacíamos por los caminos rurales que, como una tela de araña, unían los
diferentes pueblos de la zona.


Claro, ya comprábamos revistas de motos, las cuales nos íbamos
intercambiando para empaparnos de las últimas novedades, ponernos los
dientes largos y hacernos soñar con tener alguna vez una máquina que nos
permitiera alcanzar la frontera límite, lo que en aquel entonces creíamos que era
el “cielo” de las motos, los 200km por hora.
Un día, en una de esas revistas, vi esa máquina (esa, la misma, la original, la
única) que os he puesto arriba, con “Mike the Bike” al lado y su corona de
ganador de la categoría Fórmula 1 TT.

Al leer aquel articulo me sentí transportado al mito de Hailwood y su gesta,
luchando contra máquinas superiores en potencia (aunque inferiores en chasis)
y que después de un paréntesis de 11 años alejado de las competiciones del
motor, ganó contra todo pronóstico esa mítica carrera.


Leyendo el artículo una y otra vez, pues me fascinaba el hecho de la victoria del
débil ante el poderoso, del loco contra los molinos de viento, de la inteligencia
contra la fuerza bruta, pensé que si aquella marca pequeña, de una recóndita
comarca de un país como Italia, había conseguido doblegar el poder nipón, tenía
que ser algo excepcional...


No paré hasta que pude conseguir una, y luego otra. Pero eso, amigos, es otra
historia y debe ser contada en otra ocasión (como decía Michael Ende).


Y es de ahí que viene mi pasión por Ducati y lo que representa, y el motivo por
el que me decanté por las máquinas deportivas de asfalto.




Bueno, que me desvío. Vamos a centrarnos...


Hay auténticas maravillas, como os decía; aquí tenéis unos ejemplos:

















¿Y sabéis dónde nos dieron de comer? ¡En el propio museo! ¡No me llegaban
los pies al suelo!


Andaba yo de aquí para allá, como un niño en una juguetería, mirando máquinas
y sus increíbles detalles, datos técnicos e históricos, saltando de habitación en
habitación, cada vez más sorprendido y alucinando como un membrillo de
encontrarme allí, sin entender todavía muy bien ni cómo ni por qué, cuando
Pablo Sancho me pregunta: “Paco, ¿comes o con las máquinas tienes
suficiente?”
“Nooo”, le contesto, “venga, vamos a comer”.

Y allí mismo, con un catering de primera y en una especie de autoservicio,
atendido por camareros que te iban sirviendo lo que prefirieras, llenamos un par
de platos y nos fuimos a comer a una de esas habitaciones temáticas, la que te
muestra el desarrollo y diferentes modelos de motores, desde la distribución por
grupos cónicos hasta la distribución por correa.




Estábamos terminando de comer cuando se acercó a hablar con nosotros una
hermosa muchacha (perdóname, cielo, olvidé tu nombre): la Community
Manager Internacional de Ducati, que está a cargo de Facebook, Twitter,
Instagram y esas cosas de las redes sociales.




Súper inteligente la tía, simpatiquísima, agradable, culta, deseando hacernos
sentir como en casa y, con la pasión que caracteriza a todos los trabajadores de
la marca, nos preguntó que qué tal todo de momento, cómo lo estábamos
pasando y, en definitiva, que si estábamos felices con la experiencia.
Así que empezamos a hablar con ella y como había unas máquinas que
habíamos echado de menos (las motoGP), amablemente nos llevó adonde
estaban expuestas...










Estuvo con nosotros un buen rato, le debimos caer simpáticos, y hasta que nos
anunciaron que ya podíamos bajar a la visita de la fábrica, nos deleitó con su
compañía.
Muchas gracias, nena, nos hiciste pasar un rato estupendo.



En la fábrica
No sé si alguno o muchos habéis visitado o trabajáis en una factoría de
vehículos, o de otras cosas que se fabrican en serie. Si es así, ya sabéis cómo
funciona esto.


Para los que no lo habéis visto nunca, os doy una pequeña explicación de cómo
funciona el tema:
Una máquina (la que sea y para lo que sea) está construida con varias piezas
diferentes ensambladas de tal manera que cumplan la función a la que están
destinadas.


Y por ahí empieza un factoría, por el almacén de piezas, donde ordenadas con
criterio de utilización y necesidad de montaje, esperan a ser colocadas cada una
en su sitio.


En este caso (y en casi todos si es una fábrica de automoción), se empieza con
el montaje del motor, por las diferentes piezas semi-complejas (digo esto porque
las culatas, con sus válvulas, árboles, etc, las cajas de cambio, grupo cigüeñal/
biela, cárteres y bombas de aceite y agua, ya llegan al puesto de montaje premontadas
individualmente) donde un único operario monta cada motor
individualmente para que, en caso de fallo o avería, se sepa qué persona
exactamente lo ha hecho.


Para usuarios de Ducati, ese motor que lleváis entre las piernas lo ha montado
una sola persona, que se hace responsable con su firma del resultado final y
acabado de cada uno en particular.


A ese motor se le empiezan a añadir sus accesorios, como radiadores de aceite,
cuerpos de inyección y aparataje eléctrico y de alta tensión, y un largo
etcétera…


Y llega por fin a uno de los sitios más… carismáticos de una fábrica, a la zona
de “matrimonio” (os juro que se llama así, en todas las fábricas del mundo),
donde se une motor y chasis.


Ah... se me olvidaba, todos y cada uno de los motores son probados “en frío”.
¿Qué coño es eso?, os preguntaréis…
Pues al acabar el montaje de las parte mecánicas, el motor se introduce en una
especie de pequeña habitación donde se le engancha un motor eléctrico al eje
de salida del piñón de ataque, y se le introduce un aceite especial de rodaje; ahí
lo tienen girando a unos 25 minutos a cada uno, además con velocidades
variables, primero despacio y luego más rápido.
Pregunté a la amable Srta. que cuáles eran esos regímenes y, sonriendo como
una mujer que no te va a contestar lo que le preguntas, me dijo eso mismo, que
era un secreto y que no me lo podía decir…

De hecho, en diferentes estados de montaje de las máquinas, me repitió eso de
“es secreto de compañía” (qué le voy a hacer, soy muy preguntón…).
Pero alguna cosilla le sonsaqué, que no os voy a contar, pues sé a ciencia cierta
que esto lo van a leer en el Borgo y di mi palabra (y yo soy un tío cumplidor).


Una vez realizado el “matrimonio” entre corazón y cuerpo, o menos
románticamente hablando, motor y chasis, se pasa a las siguientes secciones
(que no voy a especificar pues creo que ya habéis “pillado” el concepto): se
añaden radiadores, electrónica, plásticos y se va acabando de montar.


Luego se le hace el primer arranque en la zona de “nacimiento” (os juro que se
llama así en todas las fábricas y como lo del matrimonio), donde se arranca el
motor por primera vez (vimos un par de “nacimientos” y si bien no es comparable
a cuando nace un niño, ya os digo que se siente una emoción especial, por lo
menos en mi caso).


Ya “en caliente”, se comprueba si no hay pérdidas y si todo está “ok” pasa a la
zona de pruebas, donde un operario en una cabina insonorizada, y siguiendo las
“órdenes” de un monitor, va comprobando con la máquina encendida todos y
cada unos de los elementos a revisar, desde el ABS hasta la caja de cambios,
pasando por cosas como exactitud de velocímetro o potencia de frenado (por si
no lo sabéis, lo que más “power” tiene cualquier vehículo de cuatro o dos
ruedas, son los frenos).


Si todo está bien, pasa a la zona de comprobación (si se detecta algo que no va
como debe, se manda a otra zona de reparación, donde se mira y comprueba
que todo esté dentro de los parámetros de calidad que tiene la factoría).
De ahí, a la zona de embalaje y distribución, de donde saldrá y llegará a las
manos de sus dueños...


Y así es como funciona una fábrica, amigos.


Hemos acabado la aventura, sólo nos queda volver a casa: bolsa de viaje,
aeropuerto, avión y vuelta a Madrid.
















No hay mucho que contar del viaje, salvo que empecé a organizar en mi cabeza
las experiencias experimentadas para poder exponerlas con la excelencia que
tan exclusivo club de amigos se merece (he puesto tanta x para que no se diga
que en el relato no hay zona XXX).


Y por fin, aterrizamos.


Pablo, te agradezco otra vez que me ahorraras el lío de Cercanías y me
acercaras a Atocha.
Muchas gracias.


Sinopsis del resumen (o como se me ha quedado el cuerpecillo con esta
experiencia vital):


No quiero enrollarme más, no merecéis tanto castigo, bastante habéis hecho los
que hasta aquí habéis llegado como para comeros otra larga disertación del
viejuno afortunado.


Pero tengo que decir que ni en mis más alocados sueños ni, según dicen, bajo
los efectos de cualquier droga psicotropica, se me hubiera ocurrido que esto
podría pasarme a mí.


He vivido un sueño, lo sé, y nunca podré olvidarlo.


La sensación de ser elegido para este viaje fue un subidón de autoestima
increíble, pues no fue ni un concurso ni un sorteo, sino por mis propios méritos
(de verdad que todavía no sé cuáles son, sólo soy como soy y los que me
conocéis en persona podéis corroborar que tampoco soy gran cosa, un
“viejoven” cascarrabias y cínico, de vuelta de casi todo, sobretodo en el mundo
de las motos, de las marcas y sus marquistas y fanáticos).
Pero en fin, aquí estoy contándoos esto y todavía no sé por qué...



AGRADECIMIENTOS

En primer lugar y como merece, a DUCATI, por tener esta fantástica idea y llevar
a usuarios anónimos (o casi) a un viaje (existencial en mi caso aparte de físico)
tan extraordinario, y especialmente a ti, PABLO SILVÁN, por ser tan amable y
paciente con este escéptico de lo moderno.



Gracias a MOTOS.NET por pensar en mí (inmerecidamente en mi opinión) a la
hora de elegir a un usuario de este foro, con la de caña que he metido a los
Ducatistas (perdonadme otra vez, como os lo pedí en ese hilo de “A los
Ducatistas”.



A todos los trabajadores de Ducati, por el trato recibido, y por demostrarme que
se puede trabajar y a la vez sentirte parte íntima de tu empresa.



A todos los amigos, de las motos y de fuera de este mundillo, que me han
animado en esta aventura y me han llamado para felicitarme y darme un
empujón emocional, especialmente a mis hermanos CARLOS y RAÚL que, pese
a sus dificultades, me dejaron unos durillos para que no fuera con una mano
delante y otra detrás.
Muchas gracias chicos y chicas, amigos y amigas, lo he hecho por y para y
gracias a vosotr@s.